...que los caminos se bifurquen en escritura que se bifurca en escritura que se bifurca en escritura que se bifurca... Que el pensamiento se haga red y la red, encuentro...

lunes, 21 de noviembre de 2011

El doppelgänger en "La casa de azúcar" * por Lorena Ponce

El doppelgänger o el mito de los gemelos idénticos hace referencia a dos identidades diferentes, aunque iguales físicamente. Quienes rodean a estos individuos piensan que son uno solo, lo que lleva a equívocos en las comedias o usurpación de la identidad en el drama.  Esto último es lo que parece sufrir Cristina, el personaje del cuento “La casa de azúcar” de Silvina Ocampo. La usurpación es gradual y se concreta totalmente hacia el final de la historia. Es entonces cuando confirmamos quién es su doble y por qué Cristina actúa de una manera distinta de cómo era cuando la conoció Carlos, su esposo. De hecho, su cónyuge dice al respecto: “advertí que su carácter había cambiado: de alegre se convirtió en triste, de comunicativa en reservada, de tranquila en nerviosa”. Estos cambios se manifiestan al poco tiempo de la llegada del matrimonio a la nueva casa. ¿Tiene algo que ver la casa? Es más, ella “quiere un departamento nuevo” porque de lo contrario “el destino de los ocupantes influiría sobre su vida”. Algo que parece premonitorio. Mientras, su marido le oculta que ellos no son los primeros habitantes por temor a recibir diversas represalias de su mujer que es una supersticiosa empedernida.
En el cuento, Cristina recibe la visita de una muchacha  y de un hombre disfrazado de mujer quienes ven en ella  a una tal Violeta (habitante anterior de la vivienda en cuestión) mientras él sin querer y a escondidas observa cómo uno y otro insisten en llamarla por ese nombre. Cristina niega absolutamente tener algo que ver con esa desconocida y todo reclamo de aquellos. Por lo tanto, y hasta el momento son sólo estos personajes quienes ven o creen ver a Violeta  en la esposa de Carlos.
A medida que la historia avanza, Cristina empieza a preocupar más y más a su marido por sus conductas, al punto de preguntarle a él: “¿Te gustaría que me llamara Violeta?  Comienza así su viaje “Irme sin irme, ir y quedar y con quedar partirse”. Ese partirse con reminiscencias de un desdoblamiento…  Cristina no deja  de reconocer que ha cambiado mucho aunque hasta acá no se vea afectada su identidad.  Sí admite después y  gravemente que está embrujada y sospecha que está “heredando la vida de alguien, las dichas y las penas, las equivocaciones y los aciertos”: “Canto con una voz que no es mía”. Frente a esto, su esposo hace oídos sordos en principio.
El halo de misterio del relato se mantiene: “no sé por qué empecé a averiguar en el barrio quién era Violeta, dónde estaba, todos los detalles de su vida”, confiesa Carlos. Se contacta con Arsenia López, profesora de canto y amiga íntima de Violeta quien le devela que “No hay que imaginar que una persona muerta, forzosamente haya sido pura, fiel, buena”. No sabemos exactamente qué pasó con Violeta pero parece que murió de envidia, según la profesora. Ella también añade que su amiga repetía sin cesar: “Alguien me ha robado la vida, pero lo pagará muy caro. No tendré mi vestido de terciopelo, ella, lo tendrá; los hombres no se disfrazarán de mujer para entrar en mi casa sino en la de ella; perderé la voz que transmitiré a esa otra garganta indigna…”
Desde ese momento Carlos se alejó mudo, horrorizado  de la casa de López y su esposa se transformó para él, en “la misteriosa” Violeta: “Traté se seguirla a todas horas para descubrirla en los brazos de sus amantes. Me alejé tanto de ella que la vi como a una extraña”. Resignación e incertidumbre bañan la vida de un ya solitario Carlos: “Ya no sé quién fue víctima de quién, en esa casa de azúcar, que ahora está deshabitada”.
En conclusión, la cuestión de los gemelos idénticos toma un tinte fantástico, fantasmagórico, el cuento sugiere que la vida que tuvo Violeta  se proyecta en  Cristina y  hace de ésta alguien irreconocible para su esposo mismo; Violeta tal vez desde un más allá va usurpando la identidad de Cristina poco a poco hasta que ésta termina siendo una extraña para Carlos.
Parafraseando a Cristina ahora nos queda ir y quedar y con quedar partirse en la literatura de Silvina Ocampo.


* "La casa de azúcar" se encuentra en el libro La furia y otros cuentos, Madrid, Alianza, 1982

6 comentarios:

  1. Hermoso cuento, Lorena, el que has elegido para hacer tan inteligente comentario. Me hace acordar a otro gran cuento: "La hechizada" de Manuel Mujica Láinez en que también un ser se va apoderando de otro aunque en este último de manera mucho más siniestra que en Silvina...
    Es que Silvina Ocampo tiene eso: ese contar "ingenuamente", casi desde un rinconcito de la infancia, lo que puede llegar a desgarrarnos el alma.

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    1. Como describiria a los personajes vos!!?? Me enredo cn esto jejejeeje...

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  2. Parece inevitable que lo antagónico se encuentre, a través de diversos espacios, diferentes tiempos, personas disímiles, situaciones contrariadas... hasta indefectiblemente terminar por definirse una en oposición, en contraste, con la otra. El esposo de Cristina advierte que se convirtió en una mujer triste, porque antes era alegre; en reservada, porque antes era comunicativa; en una mujer nerviosa, porque previamente era tranquila. En lo opuesto se adquiere significación: lo malo se distingue de lo bueno, el día no existiría si no existiría la noche, uno no sería si no hubiera otro... Los matices tienden a desdibujarse.
    Muchas gracias por permitirnos conocer sus maravillosas reflexiones y compartir las nuestras. Un cálido saludo.

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  3. Gracias, Lorena, por permitirme redescubrir este hermoso cuento que tenía olvidado. Lo releí con mucho placer y me encantó tu comentario así como el interesante posteo de Mariela. Coincido con ella en que el opuesto nos permite dibujar nuestros contornos y entendernos mejor.

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  4. Hola, Mariela! Bienvenida a este espacio donde tratamos de enlazar eslabones. Coincido con Lili acerca de lo interesante de tu posteo. Espero con mucha ansiedad la lectura de tu trabajo que pronto será una entrada más de este espacio que intenta comunicar entre sí a todos los que tenemos esta maravillosa sensibilidad por el arte.
    Gracias a tod@s l@s que participan en esta red. La participación de ustedes es lo que nos permitirá seguir creciendo.

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  5. El ensayo de Lorena es interesantísimo y los aportes posteriores también. No me queda mucho para agregar. Sólo se me ocurre señalar dos cosas: el recurso que menciona Laura -contar hechos desgarradores con una mirada ingenua (algo que también hace Liliana Heker en su cruel cuento "La fiesta ajena")- y el avance vampírico (por lo gradual, alienante, aniquilante) del doble siniestro sobre la otrora alegre Cristina. Felicitaciones, Lorena!
    Soy Gustavo Lezcano.

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